Página 10 - Informe del Gerente General 2013

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Amigas y amigos cafeteros:
Las instituciones son instrumentos de cambio
social. Y lo son, porque reducen la incerti-
dumbre, disminuyen los costos de transac-
ción y generan incentivos que orientan la
interacción humana con el fin de potenciar
su capacidad individual para enfrentar las di-
ficultades y adaptarse al entorno.
Esto es la institucionalidad cafetera, una
construcción social de los productores de
café de Colombia quienes con su esfuerzo y
visión durante más de 86 años, le han dado
la madurez y trayectoria necesaria para re-
conocer las condiciones cambiantes del en-
torno con el fin de respaldar al productor no
solo ante los retos que le impone el mercado
mundial del café sino también para enfrentar
los desafíos que demanda el desarrollo rural.
Es decir, si los cafeteros son la rueda que se
impulsa a partir de su propio esfuerzo, las ins-
tituciones son el sendero que guía el camino
y el motor que los estimula para avanzar.
Reconocer esto, resulta de particular impor-
tancia ante las dificultades que enfrenta el
productor por la coyuntura de precios, pero
principalmente ante la coyuntura sociopolíti-
ca que vive el país derivada de la incertidum-
bre generada por la posibilidad de obtener
la anhelada paz, que tanta falta hace en los
campos colombianos, y las legítimas reivin-
dicaciones sociales que surgen del proceso,
principalmente en un sector que como el
agropecuario ha acumulado durante déca-
das profundas debilidades estructurales que
han limitado el desarrollo rural.
No se puede tapar el sol con un dedo, las
manifestaciones sociales registradas en el
país durante este año, evidencian que las
actividades agropecuarias necesitan nuevas
políticas e instituciones más sólidas pero so-
bretodo una visión integral del desarrollo que
supere el espejismo de la rentabilidad del ca-
pital privado y se oriente más hacia la equi-
dad y la construcción de capital social, dado
su papel estratégico en la consolidación de
una paz estable y duradera.
La paz se logra en un ambiente de prospe-
ridad, de ahí la importancia de que las ac-
tividades económicas de las cuales obtienen
su ingreso millones de familias en el campo
sean sostenibles, y sostenibilidad significa
competitividad, eficiencia, rentabilidad pero
también significa equidad social, igualdad de
oportunidades y equilibrio ambiental. Es claro
que el productor no podría por sí mismo de
manera aislada enfrentar todos los retos de la
sostenibilidad, también lo es que el mercado
tiene poca conciencia social y que el Estado
por su parte tiene limitada capacidad opera-
tiva, de manera que el desafío actual para el
desarrollo rural es la búsqueda de soluciones
cooperativas; esto es, arreglos institucionales
sólidos en el que cada quien contribuya con
lo que le corresponde. Si se le demanda al
pequeño productor la competitividad, el Esta-
do debe garantizarle los bienes públicos y las
condiciones sociales e institucionales necesa-
rias para lograrla, así como las regulaciones
pertinentes para que el mercado actúe como
un aliado para el productor y como un dina-
mizador de la inversión privada.
De allí la importancia y la urgente necesidad
de diseñar e implementar una política na-
cional para el sector agropecuario, iniciativa
liderada por el Gobierno Nacional a través
del Pacto Nacional Agropecuario, en el que
todos debemos participar con el firme pro-
pósito de hacer de la actividad agropecuaria
un trabajo rentable y sostenible, pero con el
fin último y supremo de que el campesino
permanezca en el campo y reciba un ingre-
so digno. En esta misma consigna estamos
comprometidos los cafeteros de Colombia y
sus instituciones y por ello hemos presentado
una serie de propuestas que contribuyen a la
construcción de la política pública sectorial
orientadas fundamentalmente hacia el logro
de una caficultura competitiva.
No se puede ser competitivo sin rentabilidad.
La rentabilidad de cualquier actividad de-
pende de la relación entre los ingresos y los
costos. En los bienes agrícolas, los ingresos
están dados por la cantidad producida va-
lorada al precio de venta mientras que los
costos de producción corresponden al valor
de la mano de obra y de los insumos. Así mis-
mo, tanto el precio del producto final como
el precio de los insumos utilizados para la
producción están dados de manera exógena,
razón por la cual el productor es tomador de
precios en ambos mercados (el de los bienes
que produce y el de los insumos que utiliza
para la producción).
En el caso de la producción de café, el precio
interno está determinado en función del precio
del café en la bolsa de Nueva York (contrato
C), la prima de calidad reconocida para el
café de Colombia y la tasa de cambio vigente.
Mientras que los costos de producción depen-
den del costo de la mano de obra y el precio
de los agroinsumos, cuyo principal compo-
nente son los fertilizantes, que están atados
al comportamiento de las cotizaciones inter-
nacionales de la urea, el potasio y el fósforo.
Así las cosas, lo único gestionable para el
productor dentro de la ecuación de la rentabi-
lidad es la cantidad producida y la cuantía de
insumos utilizados, es decir, un mejoramiento
de la productividad y de la eficiencia. Si re-
visamos con detenimiento, los resultados son
contundentes en esta materia: desde 2008,
cuando se emprendió la carrera por trans-
formar el parque cafetero nacional, se han
renovado más de 2.800 millones de árboles
(546 mil hectáreas) y actualmente contamos
con el 80% del parque cafetero tecnificado
en edades jóvenes, alcanzando cerca de 774
mil hectáreas. Asimismo, el 61% (590 mil
hectáreas) está sembrado con variedades re-
sistentes a la roya y la densidad de siembra
se incrementó en un 10%, al pasar de 4.642
a 5.095 árboles por hectárea, lo que resulta